martes, 17 de junio de 2008

Capitulo 3: Bombones

Habían pasado dos días desde aquel desagardable encuentro con aquel tipo de desagradable hedor. No sabía que incluso borracho podría hacer tanto daño a un enjendro. Pero también era verdad que el físico de el Sardinas, no parecía ninguna amenaza. Aquella delgadez me hacía recordar las palizas que me propinaban en el colegio, y los amargos insultos hacia mi persona. Sólo por el hecho de que una vez nos dió por medir el perímetro de nuestras cabezas y se hiciera mas acertado aquel alias que me ponían. “Bone el Cabeza”. Y aquel espantoso sonido agudo que emergía de las gargantas de los demás cuando me escuchaban llegar: “¡Que viene Bone el Cabeza!”. Aunque luego me sentía desahogado. Sobre todo cuando hacía sangrar sus narices. Supongo que desde mi infacia, mi mayor satisfacción, ha sido machacar y destrozar narices. Narices como la de el Sardina. Que ahora, pienso, que empezará a oler peor. Por lo menos durante la temporada en la que tenga vendada la nariz, y siga sintiendo la sangre cuajada en las fosas nasales. Durante ese tiempo, sufrirá. Al menos, no tengo mala conciencia. El daño que le hice borracho, intenté suavizarlo en aquel amago de llevarlo al hospital. El hecho de que pudiese pasar vergüenza por aquello, no creo que fuera como para que me amenazara. El caso es que me prometí no hacerle daño. A no ser que intentase vengarse.

Eran las siete de la tarde. Se empezaba a esconder el sol, y la humedad empezaba a hacerse visible por las farolas y por el horizonte escondido entre aquellos fríos edificios. En el salón de mi piso solo se podía escuchar la televisión. Últimamente solo ponen programas de esos donde varias personas, que salen de la nada, empiezan a contar cosas de sus vidas privadas. Son muy malos actores. Desde el momento en el que terminan esos miles de anuncios y abren la boca, se les ve mentir. Miradas, gestos, tonalidades...Repito: “Muy malos actores”.
En el momento en el que apagaba la televisión oí unos cuantos pasos que se alejaban de mi puerta. Me pareció raro, porque en las casas colindantes con mi piso no vivía nadie. Me levanté del sillón y apagué el interruptor de la lamparita que hacía que la habitación tuviese ese extraño color huevo oscuro. Me acerqué a la puerta. Pegué la oreja a la madera. Pero no conseguía oir nada. Miré por el visor. Pero no había nadie. Alargué la mano hasta el lateral de la puerta, y encendí la luz. Miré hacia abajo, y me topé con un papel doblado.
Agaché el cuerpo sin doblar la espalda. No quería que me diese otro tirón como el de hace diez años. Aunque a diferencia de hace diez años, esta vez no tenía que coger en peso ochenta kilos.

El papel era el típico folio blanco. Un formato A4. Se había doblado dos veces, y esparcido en toda el área del mismo, pude encontrar, pasando el dedo por encima, restos de polvo blanco. ¿Sería cocaina o algún tipo de droga?¿tiza?¿el mensajero se estaba comiendo una carmela1? Fuese lo que fuese, la persona que había escrito aquello, era bastante torpe. Si quería jugar conmigo, me lo estaba poniendo facil. Toqué el dedo con la punta de la lengua. Pude notar que no era coocaina, ni harina, por su sabor. Ya que me dejó un sabor como a montaje de cocina. Pensé que lo mas seguro es que fuese algún tipo de mineral o escombro.

Procedí a desdoblar el papel. La letra era bastante mala. Incluso para un mocoso. La ortografía no fallaba. Aquellos símbolos no podían corresponder a un niño. Primero, porque la simbología del alfabeto de los niños suele ser mas grande y poco original. Segundo, porque se notaba que estaba escrito con la zurda. Aunque bastante torcida y con poco pulso. Al descifrar aquel semi-jeroglífico pude leer lo siguiente:

Joe. Necesito de tus servicios. Por ahora no tienes que pegarle a nadie. Simplemente es que quiero que consigas algo para mi. La recompensa que te ofrecemos, creemos que es justa. Reúnete con mi enviado especial secreto a media noche, en el callejón de atras del Bar de la calle Azucena. Mi enviado llevará envuelto un objeto que NO podras abrir, bajo ningún concepto. Lo único que debes hacer es ir allí y recoger el paquete. Mañana te enviaré un sobre con quinientos euros. Y te daré otros quinientos, si haces la segunda parte. No hay mas ofertas.

Muchas vidas dependen de tu actuación.

Con pocos ánimos: Mr. Serio.”

Este Mr. Serio, tenía varios problemas. Lo mas seguro es que él mismo fuera su secuaz secreto, y todas las vidas que dependían de mi trabajo, fuera solo la suya. Pero si era capaz de pagar mil euros por hacer de cartero, era porque no tendría mucha experiencia en estos envios. Mis trabajos no suelen superar los cien euros. Pero si quisieran pagarme eso, no les iba a hacer el feo.

Era el segundo trabajo que podría salirme en 1 semana. Aunque el primero no me salió, ya que era el que Luis el Sardinas venía a pedirme. Seguramente, tampoco creo que llegase a los 200 euros. Pero este nuevo trabajo, tendría el valor de cinco clientes.

El único inconveniente que le veía a estas ofertas, era que no sabías que te ibas a encontrar por el camino. Pero era la única manera de sobrevivir a la sociedad. Siempre intentaba llevar el dinero del apartamento, a ese casero calvo que siempre anda tan malhumorado. También él tenía que sobrevivir allí. Todo este ciclo vital me daba asco.

Terminé de cenar un bocadillo de mortadela, que olía un poco a pasada, pero que tenía que comerme antes de que lo hiciese el moho. La nevera, estos últimos años, parecía estar casi siempre vacía. Bebí dos vasos de agua de grifo, que siempre salía con algo de cloro. Me tumbé en el parquet del piso e hice unos cuantos abdominales y algunas flexiones, para entrar en caliente, por si me daba el encontronazo con algún personaje. Siempre tenía que estar alerta, ya que ultimamente, a parte de comida, también carecía de amigos. Pero enemigos, nunca faltaban. Después de hacer esos ejercicios, me quité el batín, los calzoncillos y los calcetines, y me metí en la ducha. Siempre me reconfortaba. Y sobre todo cuando era fría. Al cabo de 20 minutos bajo la ducha, me vestí como cada vez que me salía un trabajo. Con mi chaqueta verde, y un pantalón vaquero. Cogí un billete de veinte, y me fuí al bar de la calle Azucena. La calle estaba muy sola. La ciudad aquella noche parecía tranquila. Tranquila o atemorizada.


En el bar pedí un torbellino de Nebraska. Era un mejunge con varias bebidas al azar. Fuertecillo para mi. Bastante fuerte para quien no estuviese acostumbrado a beber. Tras dos vasos mas, me di cuenta de que eran las once cincuenta y ocho. Así que salí pagué lo que le debía a Solieur, el camarero anciano del bar con acento francés, y salí del lugar. No tuve que recorrer mucho camino, ya que la parte trasera del bar, se encontraba justo al rodearlo. Era una pequeña calle sin salida. Y en el fondo de la misma, una sombra esperaba con algo en las manos. En una llevaba una especie de caja envuelta en papel blanco. En la otra, me pareció ver que llevaba una pequeña pistola, con el cañon del tamaño de un dedo. Cuando dí un paso para acercarme me hizo parar el sonido de un papel y la voz de la sombra que decía “Abre el sobre y lee”.

Enarqué una ceja y lo miré. Su voz era entrecortada y nasal. De vez en cuando se le escuchaba toser. Me agaché a coger la nota y me lanzó la caja que llevaba
en la mano, que fue justo a parar a mis gafas de sol, tirándolas al suelo. Si, no es normal utilizar gafas de sol por la noche, pero las luces de la ciudad molestan a mis ojos. El hecho de ver mis gafas en el suelo, rozarse con la mugre de la calle. Sobre todo de una calle donde la basura forma parte del lugar. Donde millones de microorganismos pueden posarse en mis gafas, pasando a mi cuerpo. Me ponía muy furioso. Y más aún cuando pude distinguir una pequeña mota arañada en uno de los cristales. Eso me hizo explotar, y gritar “¡MIS GAFAS!”. Me levanté y me empezó a dar igual la pipa que tuviese en las manos. Nadie reacciona tan rápido. Corrí hacia la figura de la oscuridad, y me uní a la oscuridad. Acorralé al tipo, le dí un puñetazo a la mano donde tenía la pistola. Estaba mas duro de lo que esperaba y no soltó la pistola. Ademas, se escuchó un crujido, por lo que me había cargado algo. Pero eso no me importaba. Ese tipo había arañado mis gafas. Puñetazo por aquí, puñetazo por allá. El tipo acabó inconsciente en el suelo. Le cogí la cartera. Le quité el poco dinero que tenía y me volví. Al final del callejón me agaché para coger la caja y el sobre. Y me volví al bar.

Cuando me senté en la barra, Solieur me preguntó si me había pasado algo, porque tenía sangre en la cara y en las manos. Le dije que no era mía, sino de un gato que se me abalanzó. No pareció darle importancia. Por aquellos lugares solían frecuentar mafiosos y traficantes. Así que no era la primera vez que Solieur se topaba con algun asunto de ese tipo.

Abrí el sobre, cogí la carta y empezé a leer.

Amigo Joe.

Si estas leyendo esto, es porque has decidido aceptar el trabajo. El paquete que mi secuaz, se supone, te ha dado en mano, hay bombones. Pero no se te ocurra probarlos. Tienen un componente especial para la persona a quien va dirigida. Se puede decir, que se va a cagar.
El paquete tienes que llevarlo a una casa en la
Avenida Leopoldo de Rubik, en el número 62. La casa tiene encima el símbolo de un Rey de Copas. Es un salón de juegos, clandestino, donde muchos mafiosos apuestan grandes sumas de dinero jugando al Donete Rayao2. Solo tienes que llamar a la puerta y decir que es un paquete especial para Josefino Caneloni, por cortesía de Agustino el Resfriado.
Como podrás comprobar, en el sobre estan los quinientos euros prometidos. Los otros quinientos, los obtendrás despues de llevar el paquete al lugar.

Con pocos ánimos: Mr. Serio.

Este Mr. Serio me estaba planteando serios problemas. Yo sabía que aquel lugar era un salón de juegos clandestino. Y sabía el montón de gangsters que pasaban por allí. Claramente, tendría que buscarme un mensajero para llevar el paquete al lugar, ya que aquel lugar parecía una asociación de enemigos de McJoe. Ahora que me acuerdo. ¿Habrá recobrado el conocimiento el tipo que me arañó las gafas?










1.Carmela: Pastelito con forma de bollicao, normalmente relleno de crema y que en la parte superior se suele echar harina.
2.Donete Rayao: Juego de Cartas semejante a la brisca/barisca pero con las cartas en la mesa boca-abajo.

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