martes, 10 de junio de 2008

Capitulo 2: Luis "El Sardinas"

Esta mañana he amanecido en el sofá de mi casa con un dolor de cabeza insoportable. Mi sentido del oido parecía tan desarrollado, que de repente podía oir, incluso el sonido del roce de los dedos de los pies con las sábanas, como si de pronto los tuviera pegados a la oreja. En el reloj marcaban las 14:34, pero no parecía ser mediodía. Las nubes habrían tapado el cielo, como si supiera que anoche pude gastarme casi la mitad de mi suelo en una paliza al hígado. Para cerciorarme de la nubosidad, me acerqué a la ventana, retiré las cortinas con la mano y tuve que retroceder ante tanta iluminación. Iluminación que tal vez no sería tan luminosa, si no hubiera estado dormido hasta tan tarde.
El día de hoy no parecía tener un sabor a soledad como era normal en mis días. Este día me había levantado con un olor en la mano, como si la hubiese metido en la basura de una pescadería. Me fui al cuarto de baño, pero estaba cerrado desde dentro. Quizá alguna señora de alguna esquina, se aprovechó de mí anoche, mientras estaba sumiso en aquel sumatorio de grados de alcohol. Llamé a la puerta con los nudillos, y con suavidad. Mis oidos aún estaban sensibles. “Eh! ¿Quién anda ahí? Esta no es tu casa. Sal. Quiero verte la cara.” No respondía. “¡En serio! ¿Crees que voy a hacerte daño? Tengo una resaca de cojones. Son las dos y media de la tarde, y no tengo ninguna gana de discutir. Pero tampoco tengo ganas de que se metan en mi casa, ¡ni de que caguen en mi water!” De repente parecía sentir pena por la persona que estuviera dentro. Menuda estafa. Estaba sintiéndome culpable por un ocupa en mi cuarto de baño. Quizás fuese la señorita de anoche. Ultimamente están llegando muchas mujeres de fuera, y parece que además de no tener papeles, no tienen ni donde cagar. Disculpen si mi lenguaje les parece desagradable. Pero estoy seguro que a mas de una persona no le gustan las visitas de este tipo. Al cabo de un rato sin contestarme, me entraron ganas de orinar. Como es normal cuando te despiertas. Tienes tanto líquido ahí, que parece que vas a desbordar el water. “Contaré hasta tres. Si llego al dos coma nueve periódico te aseguro que no me lo pensaré dos veces. Tiraré la puerta. Te amagaré como a un pelele y te sacaré de un puñado de mi casa”. Estas amenazas no las solía hacer en casa, ya que nadie solía visitarme. Pero ahora era necesario. “Uno...” ¿De veras voy a derribar la puerta de mi cuarto de baño? “Dos...” Espero que salga, por que no tengo ganas de costearme a un cerrajero “Y...Dos coma nueve periódico.” La puerta se abrió justo al terminar el periódico. No podía creer lo que veía ante mis ojos. Aquella imagen no me marcaría de por vida. Pero si que me llevaría horas y horas de debate psicológico. Sobre todo, despues del desagradable olor a pescado muerto que salía del cuarto de baño.



-Pero, ¿Quién demonios eres? - Le pregunté impaciente.- Y...¿quién te ha destrozado así el brazo y la cara?


Si no me fallan mis ojos, el tipo que se encontraba ante mí, parecía haber sufrido una paliza brutal. Como si un monstruo le hubiese desgarrado la parte izquierda de la cara, y el brazo se lo hubieran pasado por una plancha mecánica. El hombre, la verdad, era que no estaba como para responder preguntas. De repente, pude ver en su ojo derecho un inicio de tristeza o de llanto, que no tardó en llegar. El hombre me señaló, y comprendí que posiblemente hubiese sido yo mismo. De ahí el olor a pescado muerto de mi mano izquierda. Sin saber como reaccionar, me decidí por llevarlo al hospital. Lo agarré por el brazo, pero empezó a gritar como si le hubiesen arrancado el corazón y se lo hubieran enseñado mientras era consciente. Me dí cuenta, tarde, de que le estaba agarrando pro el brazo que le había descolocado y fragmentado. Pero el hombre no puso mas obstáculos. Demasiado sería ya, aguantar una paliza y que luego el mismo verdugo te llevara al médico.


Durante el camino al hospital, no pude soportar hacerle un interrogatorio. Le pregunté como había llegado hasta mi casa. Porqué le dí la paliza por la que no había cobrado nada. Y también volví a preguntarle su nombre. A pesar de tener dolorida y desfigurada la mandíbula, conseguí sacarle que había llegado hasta mi casa, porque iba en busca de un detective que le habían comunicado, era muy bueno, y que parecía llevar siempre la voz cantante con poco que dijese. También me dijo que anoche me encontró en un bareto borracho como una cuba, dando vueltas alrededor de una piscina, e intentando ligar con Tatiana. La camarera semejante a la criada de “lo que el viento se llevó”. No era propio de mí, fijarme en mujeres tan anchas. El nombre del tipo era Luis. Pero parece que aquí no solo corren los atletas de la televisión, sino también los motes. Supongo que el de Luis era debido a su alitosis y su olor corporal. Luis era “El Sardinas”.

Parece ser que solo le di la paliza por que Tatiana me estaba siguiendo el royo con lo de ligar. Lo que no me contó Tatiana, era que de vez en cuando se acostaba con El Sardinas porque le excitaba aquel olor a miembro masculino sin lavar. Al parecer, a esa señora con acento sudamericano le iban mas los canijos apestosos, que los fornidos caballeros. Menuda cerda.

La paliza propinada a este...tipejo, se la dí cuando le entró un brote de celos, al ver a su amante con un tío al que desconocía, y al que creía superar, solo porque iba pedo. Cuando me contó esto, el tono de su voz empezó a variar e intentó abalanzarse sobre mí con los puños cerrados. En el coche una paliza es dificil. Mucho mas cuando se lleva el cinturón puesto y se es diestro. Lo que pudo dejarme agarrarle la mano izquierda por los dedos corazón y anular y retorcerle la mano un poco. El Sardinas cedió al instante y empezó a quejarse. Se quitó el cinturón. Abrió la puerta, y saltó al exterior con el coche en marcha. Su cuerpo rodó por la carretera hasta chocar con el costado en el bordillo de la acera. Justo entonces empezó a retorcerse como si fuera un pescado que acabas de sacar del agua. Frené en el semáforo en rojo, y pude escuchar de fondo un “¡Hijo puta!¡Algún día te arrepentiras de todo!¡Y ese día estarás esperando en la puerta de San Pedro!”. Al parecer, el Sardinas es religioso y todo. No pude evitar reirme al escuchar eso. El Sardinas me había hecho una amenaza poco...amenazadora. Tanto, que se me cayó el cigarro entre las piernas, y el hijo de su madre quemó el pantalón haciendo que una llama me prendiera cerca de los huevos. Entre la quemadura y los suaves golpes que me propiné para apagar la pequeña llama, no tuve mas remedio que ir al hospital, a ver si podían ponermelos un poco fresquitos.


Este día aprendí dos cosas. La primera, que si te emborrachas, hazlo en algún sitio donde la camarera tenga diferente forma al barril de la cerveza. La segunda, que me había ganado un enemigo. Luis el Sardinas.

Aunque me surgía una pregunta: ¿Me estaba buscando Luis el Sardinas, para un negocio?Quizás algún día pueda resolver todos los misterios que pasaban por mi cabeza.

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